En un día tan especial como hoy, 4 de febrero, Día Mundial contra el Cáncer, recibimos en este espacio a Catalina Peinado. Hace unos días nos encontramos su testimonio en el correo de Escuela de Pacientes , y desde aquí le damos las gracias por querer compartir con todos nosotros su experiencia. ¡Catalina, te enviamos un abrazo enorme para ti y tu hija!
Catalina y su hija, en el aeropuerto. |
Hacía 7 años
que había iniciado los trámites de adopción. Después de tanto tiempo esperando,
peleando en los engranajes pesados y lentos de la burocracia, el diagnóstico de “cáncer de mama” y la asignación de una niña de 11 meses, fue todo a un tiempo.
Mi primera reacción fue de sorpresa y estupor ante tal capricho del azar. Al
principio no encontraba asidero para continuar pero me bastó poco para agarrarme
a la esperanza.
Cuando mi
oncóloga me animó a seguir adelante con la adopción no necesité más, era lo que
estaba esperando oír. Eché mano de las estadísticas más optimistas y de esta
manera, la enfermedad pasó a ser un obstáculo que había que superar. Hoy pienso
que realmente mi decisión pudo tener algo de inconsciente, quizá no sopesé bien
los riesgos pero bendita inconsciencia que en aquel momento me permitió seguir
adelante mas allá de la angustia y me liberó del fatalismo que acompaña todo lo
que rodea al cáncer.
En seguida,
la ilusión por el inminente encuentro de mi hija, a la que ya podía poner cara
después de 7 años de tediosa espera lo llenó todo, la enfermedad pasó a segundo
plano. Nunca llegué a verme enferma a pesar de las resacas tras la “quimio” y
la tan temida caída del pelo.
Llegaron más
pruebas médicas, preparativos para la operación que alternaba con los
preparativos del viaje que me llevaría hasta mi hija. Después de la operación
empecé tratamiento de quimioterapia. Llegó la primera sesión, a los 20 días la
segunda sesión, empecé a perder pelo, enseguida me rapé la cabeza y me compré
una peluca, ya estaba preparada para iniciar el viaje en busca de mi hija. Me
dieron unas semanas de asueto hasta la próxima sesión de quimioterapia para que
me diera tiempo a recuperarme y descansar una vez que viniera con mi hija. De
vuelta, seguí con las sesiones de quimioterapia luego radioterapia, mi hija lo
llenaba todo, continúe con tratamiento hormonal, revisiones trimestrales, luego
semestrales...
Hasta ahí
todo transcurrió dentro de lo previsto. Pero a los 3 años la enfermedad volvió,
se manifestó de esa manera sibilina tan característica de esta enfermedad, sin
dar apenas la cara. Tenía metástasis óseas. Y así aprendí que el cáncer no
volvió sino que nunca se había ido. Al principio perdí la seguridad, me sentí
abandonada por la providencia. Me sentí angustiada, había asumido una gran
responsabilidad al adoptar una niña, asumí riesgos y ahora las consecuencias no
solo recaían en mí sino en mi querida niña, me angustiaba pensar que no iba a
poder cuidarla. A la vez pensar en mi hija era un acicate para no hundirme, para
seguir luchando. Quería seguir dándole a mi hija lo mejor de mí.
Mi hija es
la vida que se renueva, la vida que echa raíces en ella. Me siento afortunada de
albergar este profundo sentimiento hacia ella, este sentimiento que me empuja a
seguir con la lucha, a querer ser mejor para ser el espejo en que ella se
refleje. He aprendido que la vida es hoy no el mañana que pensamos y por eso
cada nuevo día no es un día menos sino un día más, una oportunidad más para ser
lo que quiero ser.
En
definitiva quién sabe lo que la vida nos deparará. Si el futuro será lo que sea
no estoy dispuesta a que una visión pesimista del mismo, una actitud derrotada
me impida vivir el presente.
Por Catalina Peinado
Si quieres seguir el ejemplo de Catalina, y compartir tu experiencia con el cáncer, escríbenos a escueladepacientes.sspa@juntadeandalucia.es
Por Catalina Peinado
Si quieres seguir el ejemplo de Catalina, y compartir tu experiencia con el cáncer, escríbenos a escueladepacientes.sspa@juntadeandalucia.es
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